Nadie
sabe tu nombre,
no
conocen tu pena,
no
imaginan tus miedos.
Tú
podrías ser yo,
estar
sentada en mi sofá
con
mi bebida humeante
entre
tus dedos,
tus
hijos a tu lado…
Yo
podría ser tú,
y
tiritar de frío y de miedo
bajo
la lluvia y la inclemencia
y el
desconcierto
y el
desamparo.
Sin
embargo, tú mueres
por
intentar permanecer,
porque
quieres vencer
al
demonio del hambre,
la
guerra o la pobreza;
y yo
muero lentamente,
sin
darme cuenta apenas,
creyendo
que estoy viva
porque
tengo un sofá
y un
café caliente,
cuando
en realidad
mi
tiempo se desliza,
traicionero
y silente
sin
que yo lo perciba.
No
somos tan distintas;
tú te
esfuerzas por sobrevivir,
yo
por sentirme viva.
En
cambio, yo estoy aquí,
a cobijo;
y tú en las noticias,
medio
hundida en el fango,
tiritando
bajo la llovizna.
Tu
anónimo dolor
me
apena tanto…