El polen en el aire
y el ambiente marchito,
ahogaron tu llanto
de recién nacida.
Me quedé sin tu abrazo
y sin oír tu risa,
porque malos presagios
abortaron tu efigie
de princesita egipcia. (1981)
Bienvenido a éste tu blog. Aquí encontrarás sueños, ilusiones, colores, mariposas y luciérnagas, duendes y hadas en forma de cuentos.
domingo, 6 de febrero de 2011
Yo misma.
Si alguna vez
se extinguiera la luz
en mi mirada,
no sería porque tú
me abandonaras.
Serán las sombras
de la incomprensión
la causa del vacío,
la vida sin amor
que compartimos
durante tanto tiempo…
He perdido el aliento,
la fe en ti, pero no me he rendido;
no guardo en mi memoria
ni nuestra esencia
ni tu ausencia.
Ya, sólo soy yo
mi referencia. (26–08-2010)
se extinguiera la luz
en mi mirada,
no sería porque tú
me abandonaras.
Serán las sombras
de la incomprensión
la causa del vacío,
la vida sin amor
que compartimos
durante tanto tiempo…
He perdido el aliento,
la fe en ti, pero no me he rendido;
no guardo en mi memoria
ni nuestra esencia
ni tu ausencia.
Ya, sólo soy yo
mi referencia. (26–08-2010)
sábado, 5 de febrero de 2011
EL PASO DE ASTORBIZKAR(párrafos)
Astorbizkar, Orreaga
Año vulgar de 778
Mi nombre es Orti Arzaia, navarro y libre. He dejado mi casa y mi familia para luchar contra el invasor franco. Al llamamiento del jauntxo (señor) Eneko Aritza hemos acudido todos, ni un solo vascón ha quedado rezagado. Incluso el Banu Qasi Muza ben Muza, hermano uterino de Eneko, se acerca desde Tudela con sus tropas musulmanas. Yo he recorrido a pie más de diez leguas para estar hoy aquí. Estoy ávido de noticias, así que pregunto cómo está la cosa a un soldado que porta las órdenes de los jauntxos. Ladea la cabeza y me contesta entre dientes, masticando la rabia.
─Karlomagnok ezin izan du Zaragozarekin, Nafarrak inguratzen parte hartu ez dugunez, Iruña ordaindu du. Esaten dute haren tropak hiritik pasatzerakoan errukirik gabe buntsitu dute. Etxeak erre dituzte, emakumeez bortxatu dituzte eta haurraei lepamoztu dizkiete ere. Aurrean jarri diren guztiei hil dute. (Carlomagno no ha podido con Zaragoza y, como los navarros no hemos tomado parte en el sitio, se ha desquitado con Pamplona. Dicen que sus tropas, a su paso por la ciudad, la han arrasado sin piedad. Han incendiado las casas, forzado a las mujeres y hasta degollado a los niños. Han matado a todo el que se les ha puesto por delante.)
El día ha salido caluroso, el sol lo achicharra todo. Hace un calor del demonio, los hombres se cuecen bajo las cotas y los yelmos; ni siquiera el umbrío bosque refresca nuestros cuerpos, menos aún nuestras almas, ardientes de indignación por lo acontecido en Pamplona. La tierra tiene en el paso de Astorbizkar una belleza que no hay en ningún otro lugar, pero nadie se fija en el paraje, tan solo esperamos a los enemigos para acabar con ellos como ellos han acabado con nuestros hermanos. La espera se hace eterna. Pero pronto empiezan a llegar rumores de que los primeros caballeros francos han entrado en el desfiladero. Ya están aquí.
Año vulgar de 778
Mi nombre es Orti Arzaia, navarro y libre. He dejado mi casa y mi familia para luchar contra el invasor franco. Al llamamiento del jauntxo (señor) Eneko Aritza hemos acudido todos, ni un solo vascón ha quedado rezagado. Incluso el Banu Qasi Muza ben Muza, hermano uterino de Eneko, se acerca desde Tudela con sus tropas musulmanas. Yo he recorrido a pie más de diez leguas para estar hoy aquí. Estoy ávido de noticias, así que pregunto cómo está la cosa a un soldado que porta las órdenes de los jauntxos. Ladea la cabeza y me contesta entre dientes, masticando la rabia.
─Karlomagnok ezin izan du Zaragozarekin, Nafarrak inguratzen parte hartu ez dugunez, Iruña ordaindu du. Esaten dute haren tropak hiritik pasatzerakoan errukirik gabe buntsitu dute. Etxeak erre dituzte, emakumeez bortxatu dituzte eta haurraei lepamoztu dizkiete ere. Aurrean jarri diren guztiei hil dute. (Carlomagno no ha podido con Zaragoza y, como los navarros no hemos tomado parte en el sitio, se ha desquitado con Pamplona. Dicen que sus tropas, a su paso por la ciudad, la han arrasado sin piedad. Han incendiado las casas, forzado a las mujeres y hasta degollado a los niños. Han matado a todo el que se les ha puesto por delante.)
El día ha salido caluroso, el sol lo achicharra todo. Hace un calor del demonio, los hombres se cuecen bajo las cotas y los yelmos; ni siquiera el umbrío bosque refresca nuestros cuerpos, menos aún nuestras almas, ardientes de indignación por lo acontecido en Pamplona. La tierra tiene en el paso de Astorbizkar una belleza que no hay en ningún otro lugar, pero nadie se fija en el paraje, tan solo esperamos a los enemigos para acabar con ellos como ellos han acabado con nuestros hermanos. La espera se hace eterna. Pero pronto empiezan a llegar rumores de que los primeros caballeros francos han entrado en el desfiladero. Ya están aquí.
LA HERENCIA DE LIONEL(párrafos)
El móvil no paraba de sonar, repetía una y otra vez la misma melodía. Patricia intentaba sacarlo del bolsillo sin dejar de correr, pero era imposible. Su perra, Triska, saltaba a su alrededor ladrando alborozada. Cuando al fin descolgó, la llamada se había interrumpido. Era un número desconocido.
─Vaya, hombre ¿por qué siempre cuelgan cuando vas a coger?
Eran las siete de la mañana de un precioso domingo de abril, el cielo estaba despejado y prometía un día soleado. Pero esa llamada le había fastidiado, ya no podía evitar preocuparse, pensar quién podría ser y qué querría. Decidió que lo mejor era regresar a casa y darse una ducha, pero sin previo aviso el cielo se cubrió de nubes y antes de que pudieran darse cuenta empezaron a caer las primeras gotas. En cuestión de minutos las dos estaban caladas.
Justo cuando metía la llave en la cerradura volvió a sonar el móvil, ésta vez le dio tiempo a descolgar; una agradable voz al otro lado de la línea le explicó amablemente que su hermano Vincent, el que ella recordaba como Vicente, había fallecido viudo y sin descendencia. Al parecer había recordado que tenía una hermana pequeña en algún lugar del mundo y la había incluido en su testamento, si bien debía ir en persona a la lectura del mismo.
Estaba empapada y de un humor de mil demonios, en ese momento le sentó fatal ser la heredera de su hermano. Pero ¿qué podía hacer? Enfadarse con él no le llevaría a ninguna parte. Decidió ducharse, preparar café y esperar la información que le enviarían por fax desde América. Luego ya vería.
Mientras se duchaba sopesó la situación y pensó que ya era hora de disfrutar de unas vacaciones, llevaba más de seis años dirigiendo Quite Women´s, una pequeña empresa de cosméticos con bastante prestigio de la cual le pertenecía la tercera parte; el resto se lo repartían Susi, jefa de marketing y Naia, encargada del laboratorio. Sus socias entenderían que se fuera diez o doce días a California para arreglar sus asuntos personales. Echaría un vistazo a la hacienda de su hermano, dejaría un administrador de las fincas que le mantuviera informada, zanjaría el asunto y volvería a casa.
─¿Ves qué fácil? ─dijo, acariciando la cabeza de Triska de forma distraída.
Reservó, vía Internet, dos billetes de avión a Los Ángeles. Luego llamó a su amiga Andrea.
─Te vienes conmigo a California ─le dijo.
─Me ha tocado el premio gordo, ¡eh! ─exclamó Andrea.
─Me vendrá bien tener una periodista loca a mi lado.
Andrea era una joven freelance de aspecto menudo, facciones aniñadas, grandes y vivos ojos marrón oscuro, sonrisa burlona y temperamento irreflexivo. Patricia la adoraba porque era un bálsamo para su pragmatismo, que a menudo se volvía exagerado.
─Sea lo que sea, me apunto. Pero que conste que me debes unas cuantas ─ contestó Andrea, divertida.
Patricia suspiró resignada y se despidió. Preparó su equipaje, llevó a Triska a casa de su padre y pidió un taxi.
─Vaya, hombre ¿por qué siempre cuelgan cuando vas a coger?
Eran las siete de la mañana de un precioso domingo de abril, el cielo estaba despejado y prometía un día soleado. Pero esa llamada le había fastidiado, ya no podía evitar preocuparse, pensar quién podría ser y qué querría. Decidió que lo mejor era regresar a casa y darse una ducha, pero sin previo aviso el cielo se cubrió de nubes y antes de que pudieran darse cuenta empezaron a caer las primeras gotas. En cuestión de minutos las dos estaban caladas.
Justo cuando metía la llave en la cerradura volvió a sonar el móvil, ésta vez le dio tiempo a descolgar; una agradable voz al otro lado de la línea le explicó amablemente que su hermano Vincent, el que ella recordaba como Vicente, había fallecido viudo y sin descendencia. Al parecer había recordado que tenía una hermana pequeña en algún lugar del mundo y la había incluido en su testamento, si bien debía ir en persona a la lectura del mismo.
Estaba empapada y de un humor de mil demonios, en ese momento le sentó fatal ser la heredera de su hermano. Pero ¿qué podía hacer? Enfadarse con él no le llevaría a ninguna parte. Decidió ducharse, preparar café y esperar la información que le enviarían por fax desde América. Luego ya vería.
Mientras se duchaba sopesó la situación y pensó que ya era hora de disfrutar de unas vacaciones, llevaba más de seis años dirigiendo Quite Women´s, una pequeña empresa de cosméticos con bastante prestigio de la cual le pertenecía la tercera parte; el resto se lo repartían Susi, jefa de marketing y Naia, encargada del laboratorio. Sus socias entenderían que se fuera diez o doce días a California para arreglar sus asuntos personales. Echaría un vistazo a la hacienda de su hermano, dejaría un administrador de las fincas que le mantuviera informada, zanjaría el asunto y volvería a casa.
─¿Ves qué fácil? ─dijo, acariciando la cabeza de Triska de forma distraída.
Reservó, vía Internet, dos billetes de avión a Los Ángeles. Luego llamó a su amiga Andrea.
─Te vienes conmigo a California ─le dijo.
─Me ha tocado el premio gordo, ¡eh! ─exclamó Andrea.
─Me vendrá bien tener una periodista loca a mi lado.
Andrea era una joven freelance de aspecto menudo, facciones aniñadas, grandes y vivos ojos marrón oscuro, sonrisa burlona y temperamento irreflexivo. Patricia la adoraba porque era un bálsamo para su pragmatismo, que a menudo se volvía exagerado.
─Sea lo que sea, me apunto. Pero que conste que me debes unas cuantas ─ contestó Andrea, divertida.
Patricia suspiró resignada y se despidió. Preparó su equipaje, llevó a Triska a casa de su padre y pidió un taxi.
LA EXTRAÑA HISTORIA DE NAGORE Y SU TERRORÍFICO ENCUENTRO CON XURPAIL(párrafos)
Cada vez que su madre le pregunta qué tal va, Nagore contesta:
─¡Bien!
Pero no es cierto. Nagore juega desde hace más de una hora con las lentejas que tiene en el plato. Está en el comedor, mirando la tele mientras come. O más bien, mientras no come. Le encanta “Patito Feo”, una teleserie argentina que arrasa entre las niñas de menos de diez años. Rakel, su madre, harta de preguntarle a voces desde la cocina, decide acercarse a comprobar ella misma si su hija está comiendo o no.
─¡Pero Nagore! ¿Todavía estás así? ¡Si no has comido nada!
Hay temporadas que Nagore desespera a su madre. Hoy, 13 de diciembre, es uno de esos días. Rakel está que trina. Coge airada el mando del televisor y apaga el aparato.
─Ahora mismo te terminas esas lentejas, o te las pongo para cenar ─amenaza, enfadada.
─¡Jo, ama! ─protesta Nagore.
─Ni jo, ni ja. ¡A comer!
“¡Que pesada! ¿Por qué no desaparece y me deja en paz de una vez?” Piensa Nagore. Y cruza con fuerza los brazos sobre el pecho, aprieta los dientes, frunce el cejo. Hace todo lo posible para demostrar que se siente ofendida y que está enfadadísima. Rakel suspira profundamente, coge el plato de lentejas y se lo lleva. Nagore sonríe, pero antes de que pueda cantar victoria, su madre regresa con el plato y lo deposita en la mesa, frente a Nagore. Lo ha calentado en el microondas. Está claro que no piensa ceder ni un poco de terreno.
─Tienes un cuarto de hora para… ─comienza a decirle a su hija.
No termina la frase. Se oye un estruendo descomunal en el garaje seguido de un grito de Gorka, aita de Nagore. Rakel sale disparada a socorrer a su marido. Al llegar al garaje se encuentra a Gorka tirado en el suelo, hecho un ovillo y gimoteando. Se agarra la espinilla izquierda y no para de decir:
─¡Qué leche! ¡Qué leche!
─Pero, ¿qué te ha pasado, alma de cántaro? ─quiere saber Rakel
que, a pesar del susto inicial, se da cuenta de que el accidente no ha sido mortal y está más tranquila. Le ayuda a ponerse de pie, mientras él intenta explicar lo sucedido.
─Pues… ¡ay! ─Gorka hace una mueca de dolor. Respira entrecortadamente unas cuantas veces antes de seguir hablando ─… …que estaba poniendo el aplique en el techo… ¡huy!... y se me ha resbalado el pie, se me ha metido la pierna entre dos escalones… ¡ay! ¡huy!... me he caído con la pierna retorcida en la escalera. Me ha costado un montón quitármela de encima. Me duele mucho, Rakel.
.
─¡Bien!
Pero no es cierto. Nagore juega desde hace más de una hora con las lentejas que tiene en el plato. Está en el comedor, mirando la tele mientras come. O más bien, mientras no come. Le encanta “Patito Feo”, una teleserie argentina que arrasa entre las niñas de menos de diez años. Rakel, su madre, harta de preguntarle a voces desde la cocina, decide acercarse a comprobar ella misma si su hija está comiendo o no.
─¡Pero Nagore! ¿Todavía estás así? ¡Si no has comido nada!
Hay temporadas que Nagore desespera a su madre. Hoy, 13 de diciembre, es uno de esos días. Rakel está que trina. Coge airada el mando del televisor y apaga el aparato.
─Ahora mismo te terminas esas lentejas, o te las pongo para cenar ─amenaza, enfadada.
─¡Jo, ama! ─protesta Nagore.
─Ni jo, ni ja. ¡A comer!
“¡Que pesada! ¿Por qué no desaparece y me deja en paz de una vez?” Piensa Nagore. Y cruza con fuerza los brazos sobre el pecho, aprieta los dientes, frunce el cejo. Hace todo lo posible para demostrar que se siente ofendida y que está enfadadísima. Rakel suspira profundamente, coge el plato de lentejas y se lo lleva. Nagore sonríe, pero antes de que pueda cantar victoria, su madre regresa con el plato y lo deposita en la mesa, frente a Nagore. Lo ha calentado en el microondas. Está claro que no piensa ceder ni un poco de terreno.
─Tienes un cuarto de hora para… ─comienza a decirle a su hija.
No termina la frase. Se oye un estruendo descomunal en el garaje seguido de un grito de Gorka, aita de Nagore. Rakel sale disparada a socorrer a su marido. Al llegar al garaje se encuentra a Gorka tirado en el suelo, hecho un ovillo y gimoteando. Se agarra la espinilla izquierda y no para de decir:
─¡Qué leche! ¡Qué leche!
─Pero, ¿qué te ha pasado, alma de cántaro? ─quiere saber Rakel
que, a pesar del susto inicial, se da cuenta de que el accidente no ha sido mortal y está más tranquila. Le ayuda a ponerse de pie, mientras él intenta explicar lo sucedido.
─Pues… ¡ay! ─Gorka hace una mueca de dolor. Respira entrecortadamente unas cuantas veces antes de seguir hablando ─… …que estaba poniendo el aplique en el techo… ¡huy!... y se me ha resbalado el pie, se me ha metido la pierna entre dos escalones… ¡ay! ¡huy!... me he caído con la pierna retorcida en la escalera. Me ha costado un montón quitármela de encima. Me duele mucho, Rakel.
.
NURIA Y ONZA EN EL MONTE CARAMEL(párrafos)
Todo el mundo piensa que los montes tienen que ser muy altos. Luego les ponen nombres raros, como Kilimanjaro, y dicen que son los más importantes de todo el mundo. Eso no es verdad. El monte Caramel es el más importante de todos los montes, aunque no esté en la lista de los montes más altos del mundo.
Yo lo sé muy bien. He estado allí.
Me llamo Onza. Soy un cachorro de labrador color chocolate. Vivo con Nuria desde que nací; duermo junto a ella, en su cama, vigilo su sueño todas las noches. Es una niña muy curiosa, todo le llama la atención; cuando hace preguntas quiere respuestas, y las quiere ya. Un día notó algo raro en el sabor de las golosinas que tenía en casa, pensó que estaban estropeadas; miró la fecha de caducidad, pero aún faltaba mucho tiempo para que caducaran.
Al día siguiente escuchó una noticia en el telediario de las nueve: “La fábrica inglesa de golosinas Barry Goodies es la cuarta en todo el mundo que ha cerrado esta semana. La economía mundial se ha resentido gravemente por este extraño hecho. La venta de dulces ha descendido en los últimos días más de un setenta por ciento. Si el mercado internacional de golosinas no reacciona rápidamente, podría llegar a ser una catástrofe de dimensiones imprevisibles. La imagen se repite continuamente, las tiendas de caramelos y dulces están vacías, no entra ni un solo niño. Muchos pequeños comerciantes de barrio han tenido que bajar la persiana. El Gobierno Europeo no descarta emprender estudios sociológicos entre la población infantil para esclarecer lo que está sucediendo. Y en deportes…”
─Mamá, ¿qué son estudios sociológicos?
Belén, la madre de Nuria, que estaba preparando la cena en la cocina, la miró. La curiosidad de su hija era sorprendente.
─¿Por qué quieres saberlo?
─Porque lo han dicho en las noticias. ¿Qué son estudios sociológicos? ─insistió Nuria.
─Pues hacen preguntas a la gente y luego comparan las respuestas. Así saben cómo piensan las personas y por qué hacen las cosas ─explicó la madre.
Al cabo de un rato, Nuria volvió a la cocina. Tenía más preguntas:
─Si las fábricas no saben hacer las chuches bien, es normal que cierren, ¿no, mamá? Los niños no somos tontos. ¿Si a ti te dieran un tofu que sabe a caca, te lo comerías y seguirías comprando tofu con sabor a caca?
─Por supuesto que los niños no sois tontos, Nuria; y no, no compraría nada con sabor a caca. Pero no tengo ni idea de por qué están cerrando las fábricas de golosinas. Pregúntale a Blanca, tu profesora. Ella seguro que lo sabe.
Pero no. Blanca, la profesora de Nuria, no sabía qué estaba pasando. La noticia del cierre de las mayores empresas de confitería le preocupaba, pero no entendía por qué todos los niños del mundo se habían puesto de acuerdo para no comprar ni una sola chuche.
Yo lo sé muy bien. He estado allí.
Me llamo Onza. Soy un cachorro de labrador color chocolate. Vivo con Nuria desde que nací; duermo junto a ella, en su cama, vigilo su sueño todas las noches. Es una niña muy curiosa, todo le llama la atención; cuando hace preguntas quiere respuestas, y las quiere ya. Un día notó algo raro en el sabor de las golosinas que tenía en casa, pensó que estaban estropeadas; miró la fecha de caducidad, pero aún faltaba mucho tiempo para que caducaran.
Al día siguiente escuchó una noticia en el telediario de las nueve: “La fábrica inglesa de golosinas Barry Goodies es la cuarta en todo el mundo que ha cerrado esta semana. La economía mundial se ha resentido gravemente por este extraño hecho. La venta de dulces ha descendido en los últimos días más de un setenta por ciento. Si el mercado internacional de golosinas no reacciona rápidamente, podría llegar a ser una catástrofe de dimensiones imprevisibles. La imagen se repite continuamente, las tiendas de caramelos y dulces están vacías, no entra ni un solo niño. Muchos pequeños comerciantes de barrio han tenido que bajar la persiana. El Gobierno Europeo no descarta emprender estudios sociológicos entre la población infantil para esclarecer lo que está sucediendo. Y en deportes…”
─Mamá, ¿qué son estudios sociológicos?
Belén, la madre de Nuria, que estaba preparando la cena en la cocina, la miró. La curiosidad de su hija era sorprendente.
─¿Por qué quieres saberlo?
─Porque lo han dicho en las noticias. ¿Qué son estudios sociológicos? ─insistió Nuria.
─Pues hacen preguntas a la gente y luego comparan las respuestas. Así saben cómo piensan las personas y por qué hacen las cosas ─explicó la madre.
Al cabo de un rato, Nuria volvió a la cocina. Tenía más preguntas:
─Si las fábricas no saben hacer las chuches bien, es normal que cierren, ¿no, mamá? Los niños no somos tontos. ¿Si a ti te dieran un tofu que sabe a caca, te lo comerías y seguirías comprando tofu con sabor a caca?
─Por supuesto que los niños no sois tontos, Nuria; y no, no compraría nada con sabor a caca. Pero no tengo ni idea de por qué están cerrando las fábricas de golosinas. Pregúntale a Blanca, tu profesora. Ella seguro que lo sabe.
Pero no. Blanca, la profesora de Nuria, no sabía qué estaba pasando. La noticia del cierre de las mayores empresas de confitería le preocupaba, pero no entendía por qué todos los niños del mundo se habían puesto de acuerdo para no comprar ni una sola chuche.
MARTA Y MARIRROJITA(párrafos)
Era una tarde cualquiera, de un mes cualquiera de cualquier año. Los papás de Marta no podían estar con ella esa tarde, por eso Marta estaba con la tía Toñi y con Rex, el perro de la tía Toñi. Estaban en el parque y Marta recogía margaritas del borde del jardín.
─¡GUAU! ¡GUAU! ─ladraba Rex de cuando en cuando.
Pero, ¡oh!, sobre la margarita más grande, había una mariquita con las alas abiertas.
El aire silbaba “¡SSSSS! ¡SSSSS!”, y la mariquita tenía que agarrarse muy fuerte a los pétalos de la margarita para no caerse.
Marta reviraba los ojos mirando a la mariquita. Y el siseo del aire traía esta canción:
Marirroja, Marirrojita
Abre tus alas de seda
¡Frufrú!
Y vuela… vuela….
─¡GUAU! ¡GUAU! ─ladraba Rex de cuando en cuando.
Pero, ¡oh!, sobre la margarita más grande, había una mariquita con las alas abiertas.
El aire silbaba “¡SSSSS! ¡SSSSS!”, y la mariquita tenía que agarrarse muy fuerte a los pétalos de la margarita para no caerse.
Marta reviraba los ojos mirando a la mariquita. Y el siseo del aire traía esta canción:
Marirroja, Marirrojita
Abre tus alas de seda
¡Frufrú!
Y vuela… vuela….
HUGO SE VA A NUEVA YORK(párrafos)
Miró una vez más el reloj, no podía creer que llevase casi catorce horas sentado sin hacer otra cosa que esperar y dormitar a ratos; fuera, la tormenta de nieve continuaba sin parar reteniéndoles dentro del avión como rehenes del aburrimiento. Ya no tenía sueño, intentó leer un rato pero le distrajo la voz del piloto anunciando a través de los altavoces que esa noche ya no volarían. Aún así, tuvo que pasar más de una hora para que se les permitiera bajar a una Terminal atestada de gente en la que no había más opción que hacer cola durante horas frente a los mostradores si se quería conseguir algo, un nuevo billete, una habitación de hotel o un simple botellín de agua.
─Hugo Pineda. Aquí tiene su billete, señor. Que tenga un feliz vuelo.
La señorita del mostrador le ofreció su mejor sonrisa.
─Menos guasita ─contestó él.
─Se dio la vuelta sin mirar. Estaba ensimismado en sus pensamientos y chocó contra un joven que caminaba acelerado hacia el mostrador, el brusco encontronazo provocó que se les cayeran las maletas de mano. Hugo dio un respingo.
─Perdón ─se excusó el joven.
Hablaba con acento americano bastante cerrado arrastrando las erres; durante un momento se sintieron azorados, hasta que el joven se presentó.
─Fred Hayman.
─Lo siento, iba distraído. Hugo Pineda.
Se estrecharon las manos. Fred parecía simpático y Hugo se dejó llevar por la euforia de poder charlar con alguien en inglés, tenía muy pocas oportunidades de practicarlo con nativos. A Fred le entusiasmó poder hablar en su propio idioma. En poco tiempo se contaron lo suficiente para no ser unos absolutos desconocidos.
─Así que Eres de Bilbao y vas a Nueva York con una beca, ¿eh? Tiene gracia, Yo soy de Nueva York y he estado en Bilbao, también con una beca.
Fred sonreía con cara de chico malo.
─¿No será de arquitectura? ─Preguntó Hugo, sorprendido.
─No, que va. La mía es de arte, he estado en el Guggemhein bilbaíno, estoy investigando para mi tesis de grado, tal vez la haga sobre el museo. La titularé “Visión, Creación y Recreación, Pensamiento de Luz sobre planchas de Titanio.” O algo por el estilo.
─Creo que deberíamos descansar un rato, podemos sentarnos en uno de esos maravillosos sillones de diseño. Incomodísimos, por cierto ─propuso Hugo señalando la zona de espera de la Terminal.
─Si, vale. Vamos a dislocarnos la espalda.
Ambos rieron.
A Hugo se le hizo más corta la espera en compañía de su nuevo amigo, las horas de avión fueron también mucho más amenas; para cuando quiso darse cuenta ya estaban aterrizando en el aeropuerto JFK.
─¿Tienes reservado algún hotel? ─preguntó de pronto Fred.
─En realidad voy a vivir en la buhardilla de un amigo, me deja una litera mientras esté aquí. Verás, tengo dinero pero no quiero gastarlo, el ahorro es una cualidad en mi familia ─explicó Hugo.
─Yo voy a casa de mi tío cuando vengo a Nueva York, tiene un apartamentito en la parte norte de Manhattan. Oye, ¿por qué no te vienes conmigo? ─Al ver que su amigo estaba indeciso, insistió ─Venga hombre, no te lo pienses tanto; la verdad es que mi tío es un poco serio, pero mi prima es encantadora cuando no está delante su marido, que por cierto es lerdo. Además, hay sitio de sobra y si no, ya nos arreglaremos, podemos compartir habitación si te parece.
─Ahí está mi coche ─añadió.
A unos cuantos metros frente a ellos estaba aparcado un Buick Lucerne azul. Fred abrió el maletero y guardó su equipaje, luego cogió la bolsa de viaje de Hugo y la metió también.
─Hugo Pineda. Aquí tiene su billete, señor. Que tenga un feliz vuelo.
La señorita del mostrador le ofreció su mejor sonrisa.
─Menos guasita ─contestó él.
─Se dio la vuelta sin mirar. Estaba ensimismado en sus pensamientos y chocó contra un joven que caminaba acelerado hacia el mostrador, el brusco encontronazo provocó que se les cayeran las maletas de mano. Hugo dio un respingo.
─Perdón ─se excusó el joven.
Hablaba con acento americano bastante cerrado arrastrando las erres; durante un momento se sintieron azorados, hasta que el joven se presentó.
─Fred Hayman.
─Lo siento, iba distraído. Hugo Pineda.
Se estrecharon las manos. Fred parecía simpático y Hugo se dejó llevar por la euforia de poder charlar con alguien en inglés, tenía muy pocas oportunidades de practicarlo con nativos. A Fred le entusiasmó poder hablar en su propio idioma. En poco tiempo se contaron lo suficiente para no ser unos absolutos desconocidos.
─Así que Eres de Bilbao y vas a Nueva York con una beca, ¿eh? Tiene gracia, Yo soy de Nueva York y he estado en Bilbao, también con una beca.
Fred sonreía con cara de chico malo.
─¿No será de arquitectura? ─Preguntó Hugo, sorprendido.
─No, que va. La mía es de arte, he estado en el Guggemhein bilbaíno, estoy investigando para mi tesis de grado, tal vez la haga sobre el museo. La titularé “Visión, Creación y Recreación, Pensamiento de Luz sobre planchas de Titanio.” O algo por el estilo.
─Creo que deberíamos descansar un rato, podemos sentarnos en uno de esos maravillosos sillones de diseño. Incomodísimos, por cierto ─propuso Hugo señalando la zona de espera de la Terminal.
─Si, vale. Vamos a dislocarnos la espalda.
Ambos rieron.
A Hugo se le hizo más corta la espera en compañía de su nuevo amigo, las horas de avión fueron también mucho más amenas; para cuando quiso darse cuenta ya estaban aterrizando en el aeropuerto JFK.
─¿Tienes reservado algún hotel? ─preguntó de pronto Fred.
─En realidad voy a vivir en la buhardilla de un amigo, me deja una litera mientras esté aquí. Verás, tengo dinero pero no quiero gastarlo, el ahorro es una cualidad en mi familia ─explicó Hugo.
─Yo voy a casa de mi tío cuando vengo a Nueva York, tiene un apartamentito en la parte norte de Manhattan. Oye, ¿por qué no te vienes conmigo? ─Al ver que su amigo estaba indeciso, insistió ─Venga hombre, no te lo pienses tanto; la verdad es que mi tío es un poco serio, pero mi prima es encantadora cuando no está delante su marido, que por cierto es lerdo. Además, hay sitio de sobra y si no, ya nos arreglaremos, podemos compartir habitación si te parece.
─Ahí está mi coche ─añadió.
A unos cuantos metros frente a ellos estaba aparcado un Buick Lucerne azul. Fred abrió el maletero y guardó su equipaje, luego cogió la bolsa de viaje de Hugo y la metió también.
UNA INTRUSA EN MI VIDA(párrafos)
Conocí a Ala en el entierro de mi padre. Se sentó en una de las últimas filas a la espera de la incineración, en el más absoluto anonimato. Lloraba en silencio, sola. Era alta y bien parecida, muy distinta a mi madre, la mujer que eligió mi padre para su primer matrimonio. La reconocí por una foto que había recibido una navidad de hacía varios años, aparecían los dos sentados delante del árbol de pascua, cogidos de la mano, sonriéndose como dos adolescentes. Creo que me la envió para que me enterara de lo felices que eran. Pero en ese momento no quise verlo.
No sé por qué mi padre intentaba seguir en contacto conmigo, quizás era una forma de buscar comprensión, él siempre decía que yo era la más razonable de todos. Y cuando decía todos, se refería a mis cinco hermanos y a mi madre, que no habían querido saber nada de él desde que decidió irse, cambiar de vida.
Tiempo después, me escribió una carta en la que me comunicaba que estaba bien, que vivía en un piso alquilado y que había acogido en su casa a una muchacha ucraniana. Me explicaba, someramente, la extrema situación en la que se encontraba cuando la conoció y me pedía que le pusiese en contacto con mi madre, si me era posible, para llegar con ella a un acuerdo de divorcio. El lenguaje era cordial, pero frío y distante. Claro que yo podría haber percibido entre líneas la llamada de socorro implícita, pero nos obstinamos en ver tan solo lo que queremos y yo tenía un miedo atroz de admitir la realidad que se presentaba ante mis ojos: que mi padre era feliz y había conseguido esa felicidad lejos de nosotros y con una extranjera inmigrante, alguien que yo consideraba, a todos los efectos, una intrusa. Mis hermanos sentían por ese colectivo una aversión obsesiva; aunque yo no llegara a tanto, tampoco les tenía mucha simpatía. Simplemente me limitaba a tolerar que estuvieran en mis calles y pasearan por mis aceras, mientras trataba de reprimir lanzarles miradas más o menos despectivas.
Dentro del sobre me adjuntaba una tarjeta de visita con su nueva dirección, un número de teléfono y los nombres de ambos. Todo, la carta y la tarjeta, en letra inglesa muy pulcra.
Por supuesto, yo trasladé el mensaje a mi madre; curiosamente ella no se lo tomó a mal, fue mi hermano mayor el que se enfadó. Montó en cólera nada más enterarse, comenzó a gritar todo tipo de imprecaciones y a maldecir a mi padre y a “la puta que vivía con él”, esas fueron sus palabras. Asistí estupefacta al espectáculo que formó; estaba hastiada, harta de unos y de otros. No tenía por qué soportar aquello, así que me largué a mi casa.
Mi madre, por supuesto, no aceptó el divorcio.
─¿Alguno de los presentes quiere ver al difunto antes de proceder a la incineración?
La voz del oficiante me sacó de mis pensamientos.
Mi hermana y yo nos miramos, las dos estábamos de acuerdo en que queríamos recordarlo vivo, tal y como lo habíamos visto antes de su ingreso en el hospital. Pensé que quizás mi madre o mi hermano se acercarían para darle su último adiós, pero no dieron muestras de ir hacia el féretro; en cambio hubo alguien que si lo hizo.
─Yo si.
Alla se aproximaba por el pasillo central. Todos nos quedamos mirándola.
No sé por qué mi padre intentaba seguir en contacto conmigo, quizás era una forma de buscar comprensión, él siempre decía que yo era la más razonable de todos. Y cuando decía todos, se refería a mis cinco hermanos y a mi madre, que no habían querido saber nada de él desde que decidió irse, cambiar de vida.
Tiempo después, me escribió una carta en la que me comunicaba que estaba bien, que vivía en un piso alquilado y que había acogido en su casa a una muchacha ucraniana. Me explicaba, someramente, la extrema situación en la que se encontraba cuando la conoció y me pedía que le pusiese en contacto con mi madre, si me era posible, para llegar con ella a un acuerdo de divorcio. El lenguaje era cordial, pero frío y distante. Claro que yo podría haber percibido entre líneas la llamada de socorro implícita, pero nos obstinamos en ver tan solo lo que queremos y yo tenía un miedo atroz de admitir la realidad que se presentaba ante mis ojos: que mi padre era feliz y había conseguido esa felicidad lejos de nosotros y con una extranjera inmigrante, alguien que yo consideraba, a todos los efectos, una intrusa. Mis hermanos sentían por ese colectivo una aversión obsesiva; aunque yo no llegara a tanto, tampoco les tenía mucha simpatía. Simplemente me limitaba a tolerar que estuvieran en mis calles y pasearan por mis aceras, mientras trataba de reprimir lanzarles miradas más o menos despectivas.
Dentro del sobre me adjuntaba una tarjeta de visita con su nueva dirección, un número de teléfono y los nombres de ambos. Todo, la carta y la tarjeta, en letra inglesa muy pulcra.
Por supuesto, yo trasladé el mensaje a mi madre; curiosamente ella no se lo tomó a mal, fue mi hermano mayor el que se enfadó. Montó en cólera nada más enterarse, comenzó a gritar todo tipo de imprecaciones y a maldecir a mi padre y a “la puta que vivía con él”, esas fueron sus palabras. Asistí estupefacta al espectáculo que formó; estaba hastiada, harta de unos y de otros. No tenía por qué soportar aquello, así que me largué a mi casa.
Mi madre, por supuesto, no aceptó el divorcio.
─¿Alguno de los presentes quiere ver al difunto antes de proceder a la incineración?
La voz del oficiante me sacó de mis pensamientos.
Mi hermana y yo nos miramos, las dos estábamos de acuerdo en que queríamos recordarlo vivo, tal y como lo habíamos visto antes de su ingreso en el hospital. Pensé que quizás mi madre o mi hermano se acercarían para darle su último adiós, pero no dieron muestras de ir hacia el féretro; en cambio hubo alguien que si lo hizo.
─Yo si.
Alla se aproximaba por el pasillo central. Todos nos quedamos mirándola.
COMA IRREVERSIBLE
No podía dejar de pensar que todo había acabado. Tenía sentimientos encontrados hacia él, le odiaba por haberla abandonado y le amaba porque sí, porque para amar no hacen falta razones.
Redujo a cuarta, luego a tercera y entró en la rotonda. Enfiló la recta y aceleró. De nuevo cuarta, después quinta a ciento diez, ciento veinte por hora.
Pero, ¿qué había hecho ella mal? ¿En qué se había equivocado? Se preguntaba. Mientras, la otra parte de su cerebro, la que estaba conduciendo, intentó advertirle de algo, pero ella hizo caso omiso. Conocía la carretera al dedillo. Dos viajes diarios durante seis años para ir al trabajo y volver, es tiempo más que suficiente para saber dónde está cada cambio de rasante, cada curva, cada bache.
Las lágrimas resbalaron por sus mejillas al recordar el día que él se marchó, el momento en que le rompió el corazón al decirle que ya no la quería.
La curva le pilló por sorpresa. ¿O es que ella iba demasiado rápido? El caso es que esa maldita curva no estaba donde debía. Frenó. Las ruedas chirriaron. “¡No quiero perderte!” Gritó sin despegar los labios, proyectando su frustrado lamento hacia dentro de sí misma.
Pisó el freno un segundo demasiado tarde. La rueda trasera se metió en el arcén, el coche hizo un medio giro extraño, pareció enderezarse, pero en el último momento se despegó del asfalto y dio una vuelta de campana.
Podía sentir aún el sabor de sus labios en la boca, el tacto de sus dedos en la piel, la amargura de su adiós en el alma. Una milésima de segundo antes de volar boca abajo, pensó: “¡Ya está! ¡Por fin lo has conseguido! Esta vez la has cagado.”
Sollozó sin control mientras viajaba a más de cinco metros del suelo, sujeta por el cinturón de seguridad al asiento de su Peugeot. En la segunda voltereta se golpeó contra el volante, abriéndose una brecha en la frente que empezó a sangrar profusamente. Para cuando el vehículo paró, después de ejecutar otra pirueta y dar varios botes, estaba inconsciente. Y en coma. Irreversible.
Redujo a cuarta, luego a tercera y entró en la rotonda. Enfiló la recta y aceleró. De nuevo cuarta, después quinta a ciento diez, ciento veinte por hora.
Pero, ¿qué había hecho ella mal? ¿En qué se había equivocado? Se preguntaba. Mientras, la otra parte de su cerebro, la que estaba conduciendo, intentó advertirle de algo, pero ella hizo caso omiso. Conocía la carretera al dedillo. Dos viajes diarios durante seis años para ir al trabajo y volver, es tiempo más que suficiente para saber dónde está cada cambio de rasante, cada curva, cada bache.
Las lágrimas resbalaron por sus mejillas al recordar el día que él se marchó, el momento en que le rompió el corazón al decirle que ya no la quería.
La curva le pilló por sorpresa. ¿O es que ella iba demasiado rápido? El caso es que esa maldita curva no estaba donde debía. Frenó. Las ruedas chirriaron. “¡No quiero perderte!” Gritó sin despegar los labios, proyectando su frustrado lamento hacia dentro de sí misma.
Pisó el freno un segundo demasiado tarde. La rueda trasera se metió en el arcén, el coche hizo un medio giro extraño, pareció enderezarse, pero en el último momento se despegó del asfalto y dio una vuelta de campana.
Podía sentir aún el sabor de sus labios en la boca, el tacto de sus dedos en la piel, la amargura de su adiós en el alma. Una milésima de segundo antes de volar boca abajo, pensó: “¡Ya está! ¡Por fin lo has conseguido! Esta vez la has cagado.”
Sollozó sin control mientras viajaba a más de cinco metros del suelo, sujeta por el cinturón de seguridad al asiento de su Peugeot. En la segunda voltereta se golpeó contra el volante, abriéndose una brecha en la frente que empezó a sangrar profusamente. Para cuando el vehículo paró, después de ejecutar otra pirueta y dar varios botes, estaba inconsciente. Y en coma. Irreversible.
viernes, 4 de febrero de 2011
¿QUÉ ES UN CUENTO PERSONALIZADO?
Es una historia que se escribe en exclusiva. El protagonista puedes ser tu hijo, una sobrina, un amigo, tu pareja... Tú decides a quién regalárselo. O, si quieres, también puedes encargarlo para ti.
Además, tienes la posibilidad de regalarlo en forma de cuenta-cuentos en una fecha señalada: un cumpleaños, comuniones, etc. (De momento, sólo en Euskadi y La Rioja.)
Y puedo hacerte un poema, un texto en prosa poética para tu boda. O el guión de una obra para grupos de teatro.
¡REGALA SUEÑOS!
Además, tienes la posibilidad de regalarlo en forma de cuenta-cuentos en una fecha señalada: un cumpleaños, comuniones, etc. (De momento, sólo en Euskadi y La Rioja.)
Y puedo hacerte un poema, un texto en prosa poética para tu boda. O el guión de una obra para grupos de teatro.
¡REGALA SUEÑOS!
DERECHOS DE AUTOR
Todas las obras editadas en este blog, están registradas y tienen derechos de autor.
CURRÍCULO LITERARIO
Mi nombre es Edurne.
He ganado algunos premios literarios y cursado talleres de literatura creativa. Uno de ellos, infantil y juvenil, en la prestigiosa escuela de Carmen y Gervasio Posadas.
He editado varios cuentos en modestas, pero serias, editoriales.
Y acabo de comenzar la andadura de este blog, con el que quiero promocionar mi obra y la empresa que está en ciernes: CUENTOS PERSONALIZADOS nenasmelenas.
Ya he tenido varios pedidos y tengo en proyecto algunos más.
En esta aventura me acompaña Erika, la ilustradora de mis trabajos.
He ganado algunos premios literarios y cursado talleres de literatura creativa. Uno de ellos, infantil y juvenil, en la prestigiosa escuela de Carmen y Gervasio Posadas.
He editado varios cuentos en modestas, pero serias, editoriales.
Y acabo de comenzar la andadura de este blog, con el que quiero promocionar mi obra y la empresa que está en ciernes: CUENTOS PERSONALIZADOS nenasmelenas.
Ya he tenido varios pedidos y tengo en proyecto algunos más.
En esta aventura me acompaña Erika, la ilustradora de mis trabajos.
jueves, 3 de febrero de 2011
LOS COLORES DEL ARCO IRIS(párrafos)
El Arco Iris se estaba borrando en Han, el mundo de arriba, el que pertenece a los antepasados y los dioses. Ya faltaban dos colores, el Blanco, regidor de la ciencia, y el Amarillo, de la energía y la fuerza. Opakay, sabio de Neol, el mundo visible, miraba hacia el cielo muy preocupado; el Violeta, expresión de la armonía comunitaria, estaba difuminándose delante de sus ojos. Sentía que se le acababa el tiempo, que debía actuar ya. Temía por su querida y hermosa tierra de fértiles valles e imponentes montañas; los valores de sus nobles habitantes estaban íntimamente ligados a los siete colores que se extinguían y su fin podía ser inminente. Se dirigió rápidamente al Ayllu, el círculo purificador reservado a los Venerables y a los iniciados, y entró. En el centro, una figura menuda de tez pálida y larga melena rojiza esperaba sentada con las piernas cruzadas y la cabeza baja; era casi una niña. Opakay murmuró un breve cántico con voz monocorde, vertió un líquido en una taza dorada y la dejó frente a ella. Al cabo de un rato, dijo:
─Ha llegado el momento, Quillama.
─Ha llegado el momento, Quillama.
POLELESA
Hace mucho, mucho tiempo, cuando en el mundo empezaban a formarse los primeros rayos de luz, nació una mariposa en la zona más oscura. Se llamaba Polelesa y era tan hermosa que un pequeño rayo de sol se enamoró de ella. La seguía a todas partes; la luz del pequeño rayo iluminaba las alas transparentes de Polelesa dibujando sobre ellas brillantes colores que la hacían el ser más maravilloso de la tierra.
La mariposa se acostumbró a que su tímido guardián luminoso fuese tras ella continuamente y, con el tiempo, Polelesa también se enamoró de él. No podían estar separados el uno de la otra ni un segundo. Argikor, que así se llamaba el haz luminoso y Polelesa llegaron a estar tan juntos que se convirtieron en un solo ser.
Y así, surgió la primera luciérnaga.
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