Cada vez que su madre le pregunta qué tal va, Nagore contesta:
─¡Bien!
Pero no es cierto. Nagore juega desde hace más de una hora con las lentejas que tiene en el plato. Está en el comedor, mirando la tele mientras come. O más bien, mientras no come. Le encanta “Patito Feo”, una teleserie argentina que arrasa entre las niñas de menos de diez años. Rakel, su madre, harta de preguntarle a voces desde la cocina, decide acercarse a comprobar ella misma si su hija está comiendo o no.
─¡Pero Nagore! ¿Todavía estás así? ¡Si no has comido nada!
Hay temporadas que Nagore desespera a su madre. Hoy, 13 de diciembre, es uno de esos días. Rakel está que trina. Coge airada el mando del televisor y apaga el aparato.
─Ahora mismo te terminas esas lentejas, o te las pongo para cenar ─amenaza, enfadada.
─¡Jo, ama! ─protesta Nagore.
─Ni jo, ni ja. ¡A comer!
“¡Que pesada! ¿Por qué no desaparece y me deja en paz de una vez?” Piensa Nagore. Y cruza con fuerza los brazos sobre el pecho, aprieta los dientes, frunce el cejo. Hace todo lo posible para demostrar que se siente ofendida y que está enfadadísima. Rakel suspira profundamente, coge el plato de lentejas y se lo lleva. Nagore sonríe, pero antes de que pueda cantar victoria, su madre regresa con el plato y lo deposita en la mesa, frente a Nagore. Lo ha calentado en el microondas. Está claro que no piensa ceder ni un poco de terreno.
─Tienes un cuarto de hora para… ─comienza a decirle a su hija.
No termina la frase. Se oye un estruendo descomunal en el garaje seguido de un grito de Gorka, aita de Nagore. Rakel sale disparada a socorrer a su marido. Al llegar al garaje se encuentra a Gorka tirado en el suelo, hecho un ovillo y gimoteando. Se agarra la espinilla izquierda y no para de decir:
─¡Qué leche! ¡Qué leche!
─Pero, ¿qué te ha pasado, alma de cántaro? ─quiere saber Rakel
que, a pesar del susto inicial, se da cuenta de que el accidente no ha sido mortal y está más tranquila. Le ayuda a ponerse de pie, mientras él intenta explicar lo sucedido.
─Pues… ¡ay! ─Gorka hace una mueca de dolor. Respira entrecortadamente unas cuantas veces antes de seguir hablando ─… …que estaba poniendo el aplique en el techo… ¡huy!... y se me ha resbalado el pie, se me ha metido la pierna entre dos escalones… ¡ay! ¡huy!... me he caído con la pierna retorcida en la escalera. Me ha costado un montón quitármela de encima. Me duele mucho, Rakel.
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